Hoy 24 de septiembre del 2013 Ayer 23 de septiembre asistí al funeral de Silvia, una señora familiar de una de las Hermanas del Instituto, ello me hizo pensar sobre la muerte, sobre esa dimensión a la que irremediablemente nos enfrentamos todos. A Silvia, la fui a ver casi un mes atrás, estaba completamente invadida por un cáncer, pero tenía ánimos, se le veía aparentemente muy bien, conversamos de varias cosas, recuerdo a sus familiares muy pendientes de ella y en especial a Elvia, su hermana religiosa, quien fue mi Promotora Vocacional (la verán en la foto, allí está con sus dos sobrinos hijos de Silvia) por esos lejanos años 80, quién lo diría que nos íbamos a encontrar mucho tiempo después por aquí y que yo radicaría en Medellín. Volviendo al tema de la muerte, el P. Darío en la Eucaristía que tuvimos hoy 24 en casa, se refirió en la homilía a un filósofo marxista que decía que a ellos no les esperaba nadie en la recta final de sus días, en contraposición a lo que creemos los cristianos que a nosotros nos espera nuestro buen Dios a vivir en plenitud, haciendo de nuestra propia vida una pascua, es decir una vida transformada en la gracia de Dios. ¡Qué alegría! Saber que Alguién nos espera con mucho amor al final de nuestros días y que consuelo para los que se quedan puesto que por fe se entiende que la vida no termina aquí. Nos decía también que eran muy humanos los apegos e invitaba a la familia de Silvia a devolverla a Dios, a darle gracias a El por habérsela prestado, y ahora su esposo y sus dos hijos tenían que entregársela al Padre, de allí vino y allí debía volver. Fue una hermosa homilía, que nos ayudó a reflexionar sobre el partir definitivo.
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